Una mirada a la Primera Guerra Mundial

La Primera Guerra Mundial fue un conflicto armado mundial desarrollado entre 1914 y 1918. Originado en Europa por la rivalidad entre las potencias imperialistas, involucró por primera vez en la historia a más de la mitad del planeta. Antes de llegar la Segunda Guerra Mundial, esta conflagración era llamada la Gran Guerra o la Guerra de Guerras y había sido el conflicto mas sangriento de todos los tiempos.

Este blog fue creado por Lucas Ferreyra como trabajo práctico de la materia Historia, de 2do año Polimodal del Colegio Los Médanos, a pedido de la Prof. Cecilia Gómez Carrillo de Lascombes. Julio de 2007

6.8.07

La economía argentina en tiempos de guerra

La Primera Guerra Mundial afectó profundamente a la economía argentina, pues hizo que declinara el flujo de capital, mano de obra y manufacturas antes proveniente de Europa. El valor total de las importaciones argentinas disminuyó entre 40 y 50% respecto del nivel anterior a 1914. (1) Esa declinación se debió a la reasignación de recursos en los países europeos para la producción de equipamiento bélico y a las dificultades de transporte producidas por la guerra. No todas las importaciones, sin embargo, declinaron de la misma manera: maquinarias para la industria, equipo ferroviario y materiales para la construcción fueron las más afectadas. La declinación de las importaciones favoreció a las industrias argentinas que utilizaban materias primas nacionales, pero su expansión fue lenta debido a la escasez de mano de obra, a la dificultad para importar maquinarias y a la suba de los precios de los combustibles importados que suplían la mayor parte de la energía consumida en la Argentina.
Las relaciones económicas anglo-argentinas se vieron especialmente afectadas por las demandas impuestas a Gran Bretaña por el esfuerzo bélico. El Reino Unido había sido hasta la guerra el principal proveedor de manufacturas de la Argentina, pero fue reemplazado en tal posición por los Estados Unidos. En 1915 las exportaciones norteamericanas a la Argentina casi se duplicaron respecto del año anterior mientras las británicas cayeron cerca de un tercio, y un año más tarde, en 1916, las manufacturas norteamericanas ocuparon la primera posición en las importaciones argentinas, permaneciendo en ella hasta 1921 y desde 1925 hasta 1931.


Granos:

En cuanto al comercio de granos, puede decirse que la Primera Guerra Mundial afectó negativamente ese rubro de la balanza comercial argentina debido, especialmente, a la escasez de bodegas para el transporte ultramarino. El tonelaje total de buques extranjeros que entraron y salieron de puertos argentinos cayó a casi la mitad entre 1913 y 1918. Durante la guerra, las exportaciones argentinas de granos crecieron en valor, por el aumento de la demanda europea, pero no en volumen, por la recurrencia de las malas cosechas, principalmente de maíz, a causa de malas condiciones climáticas. Las exportaciones de trigo sufrieron menos por ese motivo y en 1918 se vieron favorecidas porque Rusia, como consecuencia de la revolución de fines del año anterior, dejó de exportarlo. Aunque las exportaciones de granos se recuperaron gradualmente, sólo en 1918 su valor superó significativamente al de 1913.
Las exportaciones de granos de la Argentina a Gran Bretaña fueron también afectadas de otras maneras por la guerra. Desde el comienzo de ésta hasta 1916, dos aspectos de la política cerealera británica tuvieron consecuencias negativas para la Argentina. Uno fue la oposición al almacenamiento ilimitado de las existencias de granos que entorpeciese el normal curso del comercio. El gobierno del Reino Unido se opuso al almacenamiento de las existencias de granos cuando éste alcanzaba una extensión capaz de entorpecer el normal curso del comercio. Los británicos no estaban dispuestos a dejar amontonar las existencias de granos del Río de la Plata. ) El segundo aspecto de la política cerealera británica consistió en la concesión de preferencias a los dominios para el abastecimiento de cereales a Gran Bretaña.
No obstante, en 1916 se llevó a cabo un intento de incrementar la importación de granos de la Argentina, acordándose entre ambos gobiernos la formación de un sindicato privado de bancos y empresas exportadoras de cereales supervisado por el gobierno inglés, que tendría el monopolio de las ventas al Reino Unido. La Argentina vendería a crédito a Gran Bretaña, que pagaría al finalizar la guerra. El intento fracasó, sin embargo, porque tras la llegada de Yrigoyen a la presidencia, en octubre, las tratativas se paralizaron debido a un desacuerdo de las nuevas autoridades respecto del crédito.
A partir de marzo de 1916, el gobierno británico estableció listas negras para excluir a las compañías cerealeras alemanas del mercado británico. La política tuvo éxito y las compañías excluidas debieron buscar la manera de sobrevivir: Bunge y Born se dedicó al abastecimiento del mercado interno y del mercado brasileño; Weil Hermanos suspendió sus actividades y se dedicó a la compra de cédulas argentinas provenientes de accionistas en Alemania, y Hardy y Méhlenkamp reemplazaron a su socio alemán por un socio belga, Louis de Ridder.
Obviamente, el gobierno británico no estaba solamente preocupado por lograr un adecuado abastecimiento de cereales para Gran Bretaña, sino también por impedir que Alemania lo obtuviera. Los embarques de granos argentinos a países neutrales, como Holanda, Dinamarca y Suecia, cuya importancia había sido insignificante en los años previos a 1914, creció notablemente durante la guerra debido a que estos países actuaban como intermediarios de Alemania. Este rol de intermediacián se vio facilitado por la extensión de líneas de barcos de vapor entre la Argentina y los países escandinavos. Casi seguramente estos embarques tuvieron por último destino a Alemania. La principal dificultad de limitar esas exportaciones consistía en que buena parte de los embarques se hacían "a órdenes", sin declarar el destino final. Gran Bretaña presionó al gobierno argentino para evitar que la Argentina vendiera a países europeos neutrales granos que terminarían en Alemania. La renovación de un préstamo de los bancos de Nueva York a la Argentina y la aprobación de licencias de exportación de carbón, maquinaria agrícola y otros productos norteamericanos a la Argentina se condicionaron a que ésta reservase sus excedentes de granos para los aliados. Se calculaba que éstos demandarían 525 millones de bushels de trigo en 1918, de los que Canadá y Estados Unidos sólo suplirían 320 millones. Las exportaciones argentinas de grano, por lo tanto, resultaban cruciales para los esfuerzos de guerra de los aliados.
La Argentina se negó a suspender las ventas de granos a los países neutrales, pero Gran Bretaña también presionó a éstos para que redujeran sus compras. El Ejecutivo de Trigo Inter-Aliado, que controlaba el abastecimiento a los aliados occidentales, asumió la responsabilidad por las compras de Noruega, Suecia e Islandia, que fueron financiadas por el Tesoro británico. Ante la virtual eliminación de mercados alternativos, al gobierno argentino no le quedó otra opción que estrechar relaciones con Gran Bretaña y los aliados.

Carnes:

Respecto del comercio de carnes, se observa que las exportaciones argentinas de ese producto también fueron afectadas por la guerra, aunque positivamente. Gran Bretaña continuó como el principal importador de las carnes enfriadas y congeladas, mientras Estados Unidos, rival de la Argentina como abastecedor del Reino Unido antes de la guerra, desapareció del mercado del bovino congelado. Consecuentemente, entre 1914 y 1918, la matanza para la exportación aumentó en más del doble. Debido a la guerra, sin embargo, se produjeron importantes cambios en la composición del comercio de carnes: crecieron las exportaciones de carne congelada y en conserva, y cesaron las exportaciones de carne enfriada.
El crecimiento de las exportaciones de carne vacuna congelada y de carnes en conserva se debió a que eran productos mucho menos perecederos que la carne enfriada. Debe recordarse que ésta duraba 40 días, 30 de los cuales eran consumidos por el transporte. Las dificultades del transporte marítimo hicieron imposible continuar con su exportación a Gran Bretaña. En compensación, la exportación de carne congelada creció de 300.000 toneladas en 1914 a 500.000 toneladas en 1918, lo que en valores significó un salto de 37,5 millones de pesos oro a 154,5 millones. La exportación de carnes en conserva llegó a 200.000 toneladas en 1918, tres veces más que el promedio anual del quinquenio 1910-1914. La exportación de carne de cordero congelada declinó debido a que la suba del precio de la lana desalentó la matanza. También se registró una expansión de la demanda europea de productos lácteos, tales como manteca y queso, cuya exportación alcanzó en 1919 un total de 20.000 y 10.000 toneladas, respectivamente.
Este aumento de la demanda externa de las carnes congeladas y envasadas argentinas en plena coyuntura bélica generó una renovada vigencia de la especulación, pues muchos ganaderos, procurando aprovechar la política liberal del gobierno, decidieron sacar provecho del boom de tiempos de guerra invirtiendo en ganado. Incluso, la gran matanza de animales determinó proposiciones encaminadas a impedir el agotamiento del ganado. Tales fueron los casos de la proposición efectuada por Gerónimo del Barco en Diputados en septiembre de 1914 y vuelta a presentar en julio de 1916, y del proyecto de ley presentado por el poder ejecutivo para autorizar la limitación de las exportaciones de ganado vacuno en pie. Ninguno de estos intentos se concretó.
Por otra parte, un efecto interesante del incremento de las exportaciones de carne envasada y congelada durante estos años fue la supresión temporaria de la rivalidad latente entre criadores e invernadores. La enorme demanda de estos rubros impuesta por la guerra entre agosto de 1914 y mediados de 1916 generó un estado de euforia económica que impidió los conflictos entre productores y frigoríficos y criadores e invernadores.
Sin embargo, a partir de 1916, los productores ganaderos, y muy especialmente los de ganado de calidad, comenzaron a sentir las consecuencias de la creciente demanda de carne conservada y congelada y de la interrupción de las exportaciones de carne enfriada. Unos y otros consideraban que los frigoríficos, dueños del circuito de comercialización de la carne, no pagaban lo suficiente por su ganado. Por su parte, los consumidores se vieron perjudicados por el aumento de las ventas de carne al exterior, ya que ésta provocó una disminución del número de cabezas destinadas al mercado interno y un aumento del precio de la carne, que pasó de 50 centavos por kilo en 1914 a 71 centavos en 1919. En consecuencia, productores y consumidores vieron un enemigo común en los frigoríficos.
Es así que el comercio de carnes durante la Primera Guerra Mundial presentó similitudes y diferencias con el comercio de granos. En ambos casos, los artículos resultaron vitales para el esfuerzo de guerra de los aliados occidentales. En ambos casos, igualmente, empresas británicas y no británicas se disputaron el control de la comercialización de la producción argentina, aunque en el caso de los granos esa competencia fue con empresas alemanas y en el de la carne con frigoríficos norteamericanos.
Tres rasgos, sin embargo, distinguieron al comercio de carne del de granos. En primer lugar, los frigoríficos británicos en la Argentina, a diferencia de las empresas cerealeras, eran poderosos. Durante la guerra, los frigoríficos demostraron su capacidad de controlar el comercio de la carne, obteniendo enormes beneficios a expensas tanto de los consumidores locales como de los productores de ganado de calidad superior. Los consumidores debieron soportar el precio creciente y la escasez de la carne en el mercado interno, como consecuencia del aumento de las exportaciones de carne envasada y congelada para las tropas aliadas. Por su parte, los productores de ganado de calidad superior sintieron las consecuencias de la interrupción de las exportaciones de carne enfriada y la expansión de la demanda de carne conservada y congelada, pues no podían vender su ganado a los precios habituales del chilled beef. El distanciamiento entre los productores ganaderos y los frigoríficos comenzó a tomar forma a partir de mediados de 1916 hasta el fin de la guerra. No obstante los trastornos producidos en la oferta -al quedar sin mercado el ganado más fino-, la respuesta positiva ante esos cambios muestra la flexibilidad y capacidad de adaptación de la ganadería argentina.
En segundo lugar, las medidas de presión sobre la Argentina respecto del comercio de granos se justificaban porque las firmas alemanas no eran sólo competidoras econimicas de las británicas, sino también políticas. Pero en el caso del comercio de la carne, el competidor económico de Gran Bretaña era, paradójicamente, Estados Unidos, su aliado en la guerra. Por esta razón, el Reino Unido necesitó atemperar en el comercio de la carne las extremas tácticas que utilizó en el de granos.
En tercer lugar, a diferencia de los granos, las carnes no tuvieron un mercado diversificado, ya que el destino fue casi exclusivamente Gran Bretaña. En consecuencia, en el caso de éstas, los británicos no necesitaron utilizar listas negras ni embargos, y los frigoríficos ingleses pudieron extraer la máxima cantidad de carne para las tropas aliadas en detrimento de los consumidores argentinos. Esta política, a su vez, provocó en la Argentina una depresión de los precios internos de los granos y una inflación de los de las carnes. Puede ser una paradoja, aunque no una contradicción, afirmar que en el balance final ambos cambios de precios dañaron a la economía argentina, ya que los productores de granos eran mucho más numerosos y vulnerables que los productores ganaderos.

Combustibles
En cuanto al rubro combustibles, como consecuencia de la Primera Guerra Mundial la Argentina sufrió una severa escasez de estos insumos. Las importaciones de carbón, principal fuente energética de la industria y los ferrocarriles, cayeron como resultado de la carencia de bodegas y las exigencias militares europeas. El volumen importado en 1918 representaba apenas 20% del total importado en 1913. Debido a esto el precio del carbón en Buenos Aires subió 538% entre 1913 y 1918. Las plantas energéticas, los frigoríficos y otros consumidores intentaron reemplazar el carbón por el petróleo, pero también las importaciones de éste fueron escasas, de modo que su precio aumentó 256% entre 1914 y 1918. La escasez de combustible y el aumento de precio afectaron las exportaciones argentinas a Gran Bretaña. A fines de 1917, los directores londinenses de las compañías ferroviarias radicadas en la Argentina advirtieron a su gobierno que la falta de carbón provocaría la caída de las exportaciones de alimentos desde la Argentina. Los ferrocarriles sufrían particularmente la escasez de carbón, ya que el aumento de su precio significaba un aumento de sus gastos. Entre 1913-1914 y 1918-1919, los gastos de combustible del ferrocarril del Oeste se incrementaron de 193.909 libras esterlinas a 739.561 libras esterlinas, es decir, un 281%.
Los ferrocarriles habían comenzado a usar madera como combustible, pero el quebracho y el algarrobo del norte de Santa Fe y Santiago del Estero proporcionaban menos energía que el carbón. A pesar de esta limitación, la producción de madera creció desde 1.205.565 toneladas en 1913 a 2.764.485 toneladas en 1916 y 2.853.337 toneladas en 1917, aportando alrededor del 70% del combustible de los ferrocarriles en 1916, y representando dos años más tarde el 75% del abastecimiento total de combustible del país.
Como la madera tampoco podía producirse a un ritmo acorde con la demanda, los ferrocarriles y las usinas eléctricas usaron maíz como combustible, a pesar de su baja capacidad calórica y de los problemas que presentaba para el mantenimiento de las máquinas. El testimonio de un maquinista ferroviario a Katherine Dreier, visitante norteamericana, durante un viaje en ferrocarril de Mendoza a Buenos Aires en 1918, hace clara referencia a este inconveniente. En dicha ocasión, el maquinista le informó que, como combustible, el maíz "no era bueno para la máquina (...) El aceite que se producía (...) obligaba a que la máquina estuviera constantemente en reparaciones". No obstante la baja capacidad calórica del maíz como combustible, durante la guerra se lo consumió en gran cantidad en las centrales eléctricas argentinas.
Asimismo, la crisis energética produjo descontento entre los militares argentinos durante la Primera Guerra, especialmente en la Marina, porque sus buques quemaban fundamentalmente carbón. Sólo dos de los buques principales, los acorazados Rivadavia y Moreno, se hallaban equipados para consumir petróleo. Y si bien doce de los quince destructores de la flota argentina podían usar petróleo, todos los buques menores y embarcaciones de apoyo dependían exclusivamente del carbón.

Libertad de comercio
Ahora bien, la política de neutralidad adoptada por la Argentina implicaba el deseo del gobierno argentino de comerciar libremente con cualquier país. Según el Anuario del Comercio Exterior de esos años, en 1913 Gran Bretaña había comprado 23,2% de las exportaciones argentinas, pero Alemania, que había comprado 11,2%, era el segundo cliente. Durante la década anterior a la guerra Alemania había desplazado a Francia como el segundo cliente argentino. Del total de las exportaciones argentinas en el período 1904-1913, las exportaciones a Alemania representaron 11,2%, mientras que las exportaciones a Francia fueron 10,3%.
De este modo, la política británica de listas negras y embargos a empresas y barcos de Alemania y sus aliados privó a la Argentina de un lucrativo intercambio con esos países. Esa política afectó tanto a las exportaciones como a las importaciones de la Argentina. Las importaciones de Alemania cayeron de 14,7% del total en 1914 a 2,5% en 1915 y a 0% en 1918. En 1920, la presencia alemana en el comercio de importación argentino se recuperó, alcanzando un porcentaje del 4,7%, muy lejano al de 1914. El comercio argentino-alemán no se paralizó totalmente, ya que se practicó a través de terceros países. En 1915 y 1916 se produjo un aumento de las exportaciones argentinas a países neutrales como Dinamarca, Suecia y Holanda, que reexportaban los productos argentinos a Alemania. Este comercio indirecto, sin embargo, no tuvo la misma envergadura del comercio argentino-alemán de preguerra, ya que las cantidades de productos argentinos como maíz, trigo, lino, lana, cueros vacunos, sebo, rollos y extracto de quebracho y afrecho reexportadas por las naciones neutrales a Alemania fueron sustancialmente menores que las que ésta importó directamente de la Argentina antes del estallido de la guerra.
La presión de los aliados para que la Argentina no vendiera bienes a terceros países sin la aprobación previa de las autoridades británicas incluso impidió a las compañías argentinas obtener bienes desde Chile y otros países neutrales. Esta política, que respondía a la doble necesidad británica de evitar el comercio argentino-alemán a través de los países neutrales, y de forzar a la Argentina a romper su neutralidad e ingresar en la órbita de influencia de los aliados, creó un gran resentimiento en las autoridades argentinas, hasta tal punto que el Ministro de Relaciones Exteriores José Luis Murature llegó a compararla con la Inquisición española.
En contraste con la declinación del comercio argentino-alemán durante la guerra, el valor de las exportaciones argentinas a los países aliados creció, a pesar de la escasez de bodegas y de la guerra submarina. Como ya se ha mencionado, el lugar más importante lo ocuparon las exportaciones argentinas de carnes congeladas y en conserva al Reino Unido y en cantidades menores a Francia (a partir de 1915), Estados Unidos e Italia, embarcadas en navíos británicos. Las exportaciones de cereales fluctuaron, pero Francia e Italia absorbieron las remesas de trigo que Inglaterra dejó de importar en 1916. Otros productos argentinos demandados por los aliados fueron caballos, mulas, vino, artículos de cuero (suelas, monturas, etc.), aguardiente, y manufacturas de lana (frazadas, mantas, telas para uniformes).

Unas sí, otras no
El propósito destructivo de la política británica tuvo éxito hasta cierto punto. El comercio alemán desapareció de las estadísticas oficiales argentinas y se registró el cierre de algunas grandes firmas alemanas. El caso más espectacular fue la bancarrota de la importante Brauss Mahn y Co. Esta tendencia demostró que el comercio clandestino no resultó un paliativo suficiente para evitar la retracción alemana en el comercio de importación-exportación de la Argentina. Tanto los mecanismos de control como la política de las listas negras orquestadas por Gran Bretaña cumplieron de alguna manera su objetivo. Contribuyeron, pues, a debilitar a la comunidad de negocios alemana en el Río de la Plata, aunque los exportadores de manufacturas británicos no pudieron aprovechar las ventajas derivadas de la virtual eliminación de sus competidores hasta el fin de la guerra. No obstante, varias de las más poderosas empresas alemanas radicadas en la Argentina pudieron sostenerse hasta el fin de la guerra. Cuando los británicos intentaron cortar el abastecimiento de carbón a la Compañía de Electricidad Transatlántica Alemana, bastó con que su presidente, Emil Hayn, amenazara con dejar de proveer electricidad para los tranvíaas ingleses y el alumbrado de Buenos Aires para que la medida británica quedara sin efecto. Más aún, esa empresa alemana quedó expresamente excluida de las listas negras. Otro mecanismo para eludirlas fue la utilización de ciudadanos argentinos, italianos o de otras nacionalidades como intermediarios de las empresas alemanas radicadas en la Argentina. Estos ciudadanos no germanos prestaron sus nombres o personas para realizar las operaciones comerciales de las firmas alemanas. Un indicio adicional del efecto limitado de la política de listas negras sobre las empresas alemanas fue el hecho de que durante la guerra los dos bancos germanos ubicados en Buenos Aires continuaron funcionando sin obstáculos y que incluso fue inaugurada la empresa de seguros alemana La Germano-Argentina.
Los alemanes en la Argentina resistieron la política británica formando un Comité para la Libertad de Comercio y una Liga de Equidad y Justicia, con el objetivo de proteger sus intereses y hacer propaganda contra la intervención aliada. Las principales firmas alemanas en la Argentina, tales como Engelbert Hardt y Co., Staudt y Co., Kropp y Co., H. Sternberg y Co., Lindwebel Schreyer y Co., y Plaut y Co., contribuyeron a financiar esas organizaciones y protestaron ante el gobierno argentino para que éste resistiese las amenazas de los Aliados a su neutralidad. En 1916 las firmas germanas organizaron la Cámara de Comercio Alemana de Buenos Aires.

Análisis
Uno de los primeros intentos de analizar estos efectos de la Primera Guerra Mundial sobre el comercio de exportación argentino fue hecho por Estanislao Zeballos en mayo de 1919. Zeballos sostuvo que el comercio argentino durante los cuatro años de la guerra había sido extremadamente lucrativo, pero que la política de los aliados había robado a la Argentina su oportunidad de oro. Los ingresos del comercio exterior fueron 72.727.000 libras esterlinas menores que los que se habrían ganado en caso de ausencia de controles. Bajo condiciones de no restricción a las exportaciones argentinas, el movimiento de los precios para los productos argentinos hubiera generado beneficios cuatro veces mayores que los que se obtuvieron en la práctica con la presencia de controles. Antes de la guerra los intereses alemanes eran importantes en el comercio de granos, bancos y empréstitos y también tenían una crucial participación como proveedores de armamentos y naves de guerra a la Argentina (en este rubro, por ejemplo, la firma alemana Krupp competía con la francesa Schneider y con las firmas británicas).
Es decir, la importante presencia alemana en la industria bélica argentina y su notoria influencia en la formación de sus oficiales, sumadas a su poderosa presencia económica en el comercio de granos, convirtieron a Alemania en una importante amenaza para los intereses económicos y estratégicos británicos. En consecuencia, Gran Bretaña aprovechó la Primera Guerra como una oportunidad para desplazar al capital alemán en el mercado argentino, utilizando la política de las listas negras y los embargos a buques alemanes.
En realidad, el objetivo declarado de la política británica de embargos y listas negras eran las empresas alemanas que controlaban el comercio de granos en la Argentina, pero su alcance no se limitó a éstas. Esta política afectó también los intereses comerciales argentinos y norteamericanos radicados en la Argentina. A pesar del esfuerzo del Departamento de Estado y la Junta de Comercio de Guerra del gobierno norteamericano por colaborar con los ingleses para dar cumplimiento al sistema de listas negras, el gobierno británico utilizó a éstas y a su control sobre los embarques aliados con el objetivo de destruir el comercio norteamericano en la Argentina. El cónsul general W. Henry Robertson y los funcionarios de la embajada norteamericana en la Argentina informaron a sus superiores que los ingleses mostraban más celo en asegurarse el mercado argentino que en destruir el comercio alemán, y que comerciaban en la práctica con las compañías incluidas en las listas negras y, por lo tanto, vedadas a los norteamericanos. El gobierno norteamericano tomó nota de estas denuncias, pero no hizo nada efectivo para revertir estas prácticas británicas.
Las mismas fuentes indican que esa inactividad se debió a que el principal beneficiario de la política británica de listas negras y embargos no fue, paradójicamente, el Reino Unido, sino los Estados Unidos, cuya participación en las importaciones argentinas pasó de un 13,5% en 1914 a un 33,9% en 1918, con lo que llenó el vacío dejado por otros abastecedores.
La creciente competencia norteamericana durante la Primera Guerra provocó gran alarma en Gran Bretaña. El objeto de la misión comercial encabezada por Sir Maurice de Bunsen, que llegó a Buenos Aires el 31 de mayo de 1918, fue el de encontrar en el gobierno argentino alguna seguridad de que el crecimiento de la presencia norteamericana en la Argentina no se convertiría en un rasgo permanente de la situación de posguerra. Contra las expectativas de Londres, las autoridades argentinas no estuvieron dispuestas a colaborar con propuestas concretas en favor de un renacimiento del comercio británico en la posguerra. La misión comercial británica, por lo tanto, se redujo a recibir del gobierno argentino una serie de recomendaciones generales para reformas en Gran Bretaña con el supuesto objetivo de promover una recuperación del comercio angloargentino, pero sin obtener medida alguna con tal fin.
Por cierto, no era éste el único problema que debían enfrentar los británicos: desde antes de la guerra los bancos norteamericanos habían comenzado a interesarse por la Argentina. En 1912, Morgan Schuster investigó la plaza de Buenos Aires en nombre del First National City Bank of Nueva York, que instaló una filial en noviembre de 1914. Ese banco se vinculó en esa ocasión con un sindicato formado para promover operaciones financieras en la Argentina, que incluóa a representantes de Standard Oil, Carnegie Foundation, Anaconda Copper Co., Ingersoll Rand, y Kuhn, Loeb y Co. La segunda aventura norteamericana fue el establecimiento en Buenos Aires, en junio de 1917, de una filial del First National Bank of Boston. El objetivo principal de este emprendimiento fue el de financiar el importante comercio de maderas argentino con Boston.
Durante la guerra los intereses financieros norteamericanos crecieron prodigiosamente, desplazando a los británicos y europeos. Un préstamo de 15 millones de dólares fue concedido a la Argentina en enero de 1916, seguido de otro de 25 millones de dólares. Estados Unidos se convirtió así, a causa de la guerra, en la principal fuente de fondos del gobierno argentino y el principal abastecedor de manufacturas de la Argentina.

Capítulo "La Primera Guerra Mundial (1914-1918)" de Historia general de las relaciones exteriores de la República Argentina de Andrés Cisneros, Carlos Escudé y otros.Grupo Editor Latinoamericano. Disponible en http://www.cema.edu.ar
Nota: En la página web están detalladas todas las fuentes de este artículo. Asimismo, los subtítulos fueron agregados por mí para clarificar la lectura.

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