A comienzos de la Gran Guerra (Primera Guerra Mundial), todos los participantes tenían la convicción de ganarla, ya que confiaban ampliamente en la potencia de su artillería de campaña. Los británicos se concentraron en la artillería naval, mientras que los franceses apostaban a la potencia de su artillería de campaña, y los alemanes a la artillería mediana y pesada de 105 mm y 150 mm, respectivamente. Poco antes de finalizar la guerra, los alemanes fabricaron, en Essen, los célebres cañones que bombardearon París desde 120 km de distancia. Las armas de los artilleros no eran solamente sus cañones sino también sus proyectiles. Pero los alemanes demostraron su debilidad con su proyectil de 77 mm, que contenía cuatro veces menos explosivo que el 75 mm francés, el cual probó ser más destructivo.
Cañón francés de campaña Schneider
La guerra finalizó con las mismas piezas reglamentarias en servicio, que existían, al comienzo de la misma. El más importante legado de la Primera Guerra Mundial fue el tanque. Los vehículos de asalto blindado dieron a la guerra móvil un nuevo impulso y restauraron a la caballería en el campo de batalla.

Batería de tiro británica

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